Si el Protocolo Familiar fuera un mero contrato, podríamos bajarlo de Internet y completar los datos de la empresa, los padres y los hijos. Pero el protocolo es otra cosa. Es el diploma de honor del consenso empresario-familiar.
El Protocolo Familiar es un acuerdo con valor legal (hoy, a través del art. 1010 del Código Civil y Comercial, que permite los pactos sobre herencia futura cuando tienen por objeto evitar o resolver conflictos, y garantizar la unidad de gestión empresarial.
Pero, antes de considerar su valor legal, es necesario aquilatar su enorme valor moral: porque el Protocolo es el fruto de un proceso en el que una familia empresaria ha logrado consensos fundamentales, que les permitirán continuar juntos, y fortalecidos, por mucho tiempo más.
El Protocolo es un acuerdo al que se debe llegar con un alto grado de participación de los miembros de la familia, ya que eso es lo que va a generar el consenso necesario para que goce de legitimidad, condición subjetiva principal para su éxito, que consiste en que sea respetado por los integrantes de la familia sin necesidad de recurrir a un Juez o a un árbitro.
Si todos sienten que el protocolo ha sido fruto de un esfuerzo del grupo familiar para llegar a un acuerdo, basado en mutuas concesiones, ese producto final va a tener muchas posibilidades de éxito a lo largo del tiempo.
Y el tiempo es un factor muy significativo, ya que, precisamente, el protocolo está llamado a durar más allá de la contingencia del fallecimiento o el retiro de algún integrante de la familia.
Por lo tanto, una de las funciones principales del consultor que lidera el proceso de elaboración del Protocolo Familiar consiste en estimular el diálogo respecto de diversas temáticas que son significativas para una familia y una empresa en particular. Para eso, el consultor debe conocer a los protagonistas, interesarse por su historia, por sus vínculos familiares y empresariales, y también los conflictos que han sobrellevado hasta ahora. Con toda esa información, el consultor puede proponer los temas más significativos para el consenso empresario-familiar, en función de la propia experiencia de la familia empresaria.
Pero con eso no alcanza. Hay temas que, quizás, hasta el momento jamás se plantearon en esa familia o en esa empresa en particular, pero la experiencia indica que tarde o temprano saldrán a la luz:
- La posibilidad de que un miembro de la familia quiera vender su participación societaria.
- La hipótesis de un conflicto en la toma de una decisión significativa.
- El rechazo de una parte de la familia por la elección de pareja de alguno de sus integrantes.
- Contingencias, tales como la discapacidad de un miembro de la familia, o su fallecimiento.
- Diferentes niveles de compromiso y expectativas respecto de la empresa.
- Necesidad de preparar a los integrantes de la siguiente generación para que se comprometan con el proyecto, como estrategia para la mayor libertad de los que actualmente lo sostienen.
Algunos de estos temas son naturalmente propuestos a la discusión por algún miembro de la familia, porque lo siente actual, o porque lo conoce a través de la experiencia de alguna persona cercana. Otros temas sólo pueden tratarse en función de la habilidad del Consultor para llevarlos a la mesa, y demostrar a los integrantes de la familia empresaria la utilidad de debatirlos y llegar a conclusiones consensuadas.
Las prácticas de toda la vida llevan, en algunas familias empresarias, a que alguno de sus integrantes lleve la voz cantante, y los demás guarden silencio, y asientan casi mecánicamente.
Sin embargo, lo mejor es llegar al nivel de confianza necesario para romper esas prácticas, y lograr un debate amplio y participativo, dado que el aporte de cada uno resulta fundamental para que todos se apropien del Protocolo, que sientan que no fue una mera concesión al impulso y la fuerza de otros, sino el fruto de un trabajo compartido.
Hacer del Protocolo un proyecto propio es uno de los ingredientes fundamentales para respetarlo y hacerlo respetar. No olvidemos que el Protocolo se elabora para que rija, no sólo en el presente, sino también en el largo plazo, en un momento en el que, quizás, algunos de los firmantes no estén ahí para hacerlo cumplir.
Esa conciencia acerca de la trascendencia del Protocolo es una de las herramientas fundamentales para que los integrantes de la familia empresaria se comprometan en su elaboración.
En muchos casos, el proceso de elaboración del Protocolo es una etapa en la que se abre el diálogo en la familia empresaria, y en la cual algunos de sus integrantes deciden modificar conductas, en pos de una mayor unidad y armonía familiar.
El consenso del presente, que se plasma en el Protocolo, es de buen augurio para los desafíos que, seguramente, habrá que enfrentar en el futuro.