Con autorización de su autor, reproducimos este interesante artículo publicado en el Newsletter N° 117 de Catenaria – Gestión del Conocimiento, acerca del componente de creatividad en las empresas:
Algunos de mis amigos (y todos mis enemigos) me van a odiar por cuestionar los MBAs igual que se incomodaron cuando escribí que vivimos en un mundo dirigido por ingenieros. La premisa es simple: la mayoría de directivos que lideran las organizaciones actuales son ingenieros que, en muchos casos, tienen un MBA con fuerte énfasis en finanzas. Su meta es que sus empresas sean rentables. Pero lo que hoy se demanda, con unanimidad inusitada, es contar con organizaciones innovadoras. Sin embargo, esos gerentes brillantes difícilmente pueden guiar a sus instituciones hacia ese nuevo estadio porque nadie jamás les enseñó como innovar. Su proceso formativo se centró majaderamente en entrenarlos para explotar un negocio. Los entornos orientados a asegurar los resultados, no son proclives a la innovación ni facilitan el aprendizaje. No es casualidad que la mayoría de emprendimientos venerados mundialmente hayan sido obra de jovenzuelos sin ninguna experiencia directiva ni con MBA (desde Steve Jobs y Bill Gates hasta Mark Zuckerberg). Por eso resulta tan enternecedor comprobar el enorme esfuerzo que hacen los gobiernos de todos los países por fomentar la innovación y por incentivar el emprendimiento. Tan noble empeño está condenado al fracaso por una razón obvia: mientras no cambiemos el modelo educativo de “producción de personas”, no vamos a conseguir que innoven y que emprendan porque ese modelo no les enseña a hacerlo. Es ridículo bramar que el sistema actual se cae a pedazos y que necesitamos inventar uno distinto mientras educamos para preservar el que tenemos.
NO FORMAMOS PARA LA CREATIVIDAD.
Mi amigo Ezequiel es ingeniero industrial de la Universidad Politécnica de Cataluña (nada menos). Hace algunos años, se especializó en pensamiento creativo y hoy se dedica a enseñar a potenciar la imaginación, en la universidad y en organizaciones públicas y privadas. Como colaboramos en varios proyectos, le pregunte si la carrera de ingeniería que él estudió hace 3 décadas, incluía el desarrollo de la creatividad, de manera que una vez egresado, se pudiera desempeñar como un profesional emprendedor. Su respuesta fue lapidaria: me aseguró que su formación de ingeniero no promovió en absoluto el desarrollo del pensamiento innovador pero lo que es más grave aún, la formación de los ingenieros actuales es, en ese sentido, todavía peor que la que él recibió. Para no basarme en una sola opinión tan drástica, le formulé la misma pregunta a Adrian, ingeniero civil de la Universidad Nacional de Córdoba y uno de mis colaboradores más antiguos. Lamentablemente, su respuesta fue casi idéntica.
LO UNICO IMPORTANTE SON LOS RESULTADOS.
Cada vez que hago una conferencia para un cliente, investigo la formación de sus cuadros directivos. Ya se trate de una empresa o una institución pública, en promedio, alrededor de un 70% son ingenieros y una minoría son mujeres. Varios incluyen un MBA en su currículum, algo casi imprescindible en los casos del Gerente de Finanzas y del Gerente General. Todo directivo tiene como principal mandato hacer que su organización sea eficiente, minimizar los riesgos, controlar los costos, incrementar la productividad y maximizar los beneficios. Periódicamente, deben rendir cuentas de su gestión a un directorio que también suele estar densamente poblado por ingenieros. Al colocar el foco en los resultados, las empresas no dejan espacio para la improvisación, todo tiene que estar controlado y ser lo más predecible posible, las sorpresas rara vez son bienvenidas. Cuando el objetivo de una empresa es obligatoriamente ser rentable, no se escatiman esfuerzos para alcanzar los resultados prometidos, ya sea por las buenas o por las malas (como muestran los recientes casos de la FIFA o Volkswagen). Este paradigma inviolable nos lleva a asumir una serie de mandamientos que resultan muy peligrosos: cada año los resultados deben mejorar, cada vez hay que producir más, vender más, ganar más cuota de mercado, ser más grande. La insensata carrera por el crecimiento, nos conduce inexorablemente a maltratar los 2 recursos más valiosos de que disponemos:
- Recursos naturales: no hace falta insistir en el grado de devastación al que estamos sometiendo a una naturaleza cada vez más deteriorada y próxima a sus límites.
- Recursos humanos: No he hecho una investigación científica pero tengo la suerte de viajar a menudo y conocer la realidad de diferentes países, industrias, organizaciones y profesionales y puedo afirmar, que la inmensa mayoría de personas que conozco se confiesan abrumadas, agobiadas y angustiadas con su trabajo. Ante la presión que colocamos en los equipos y los individuos, sus respuestas son claras: depresiones, estrés, impacto en las relaciones familiares, fuga para crear sus propios negocios… Lo más grave es que esta tortura comienza en el sistema educativo, donde asfixiamos a los niños con toneladas de asignaturas, deberes, exámenes y notas y con jornadas que se parecen cada vez más a la jornada laboral de los adultos.
Es evidente que los resultados son muy importantes pero desde luego no son lo único importante y debemos plantearnos si son lo más importante. El mundo laboral está obsesionado con medir. El principal mecanismo que usamos para medir son los números. Y de los elementos que medimos con números, el que destaca ampliamente sobre el resto es el dinero. Nuestra civilización está diseñada y construida alrededor del dinero, todo se mide con dinero. Hemos instalado la creencia de que el principal objetivo de una persona o de una empresa consiste en conseguir la mayor cantidad de dinero posible (que le permita comprar todo lo que esté a su alcance, lo necesite o no). Eso se llama consumo. No es ninguna sorpresa que muchos directivos, políticos, empresarios o trabajadores busquen lograr dicho propósito por todos los medios. Eso explica la proliferación de maniobras para evitar pagar impuestos, financiarse ilegalmente, formar monopolios o manipular las cuentas de la empresa ya los bonos dependen de ello. En nombre del dios dinero, el fin justifica los medios. Y eso también implica que para que se haga algo, tiene que haber dinero de por medio y si no lo hay, muchas cosas simplemente no se hacen.
En el sector educativo, una corriente importante está presionando para imponer la “fiebre STEM” (promover la enseñanza de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sobre el resto de disciplinas). Parece que todos nuestros problemas se resuelven con más ingenieros, más pensamiento científico. ¿Los números son imprescindibles para vivir o hemos construido un mundo donde parece que es imposible vivir sin matemáticas? O si lo miramos al revés ¿los genios científicos son las personas más equilibradas, responsables o comprensivas en la sociedad? ¿Que seas un padre de familia ejemplar o un ciudadano democrático depende de tu nivel de matemáticas? La realidad es que el 95% de las personas lidia perfectamente con la vida manejando 5 operaciones básicas: sumar, restar, multiplicar, dividir (solo divisiones simples, de lo contrario necesitan calculadora) y la regla de 3. El ser humano no nace ingeniero, lo fabricamos así, se trata de un proceso deliberado. El asunto no es si el dinero o los números importan. Lo que hay que preguntarse es si son los elementos que debemos colocar en el primer lugar y subordinar a ellos todo lo demás.
INNOVAR ES EL CAMINO.
La innovación es ya la tendencia dominante a nivel empresarial. Todo el mundo está convencido de que necesitamos organizaciones más innovadoras, profesionales más creativos y jóvenes emprendedores. Si tenemos que reinventar la forma de vivir y trabajar y de crear productos y servicios, lo verdaderamente primordial ya no es el capital sino la capacidad de generar nuevas ideas y de pensar distinto. El ingrediente esencial en un ecosistema innovador es la creatividad, algo que todos los seres humanos poseen. A pesar de este extraordinario consenso planetario, la innovación y el emprendimiento son disciplinas que apenas están naciendo y tienen que lidiar con bastantes dificultades: Para los ingenieros que dirigen las empresas (mayoritariamente nacidos entre 1950 y 1970) la innovación nunca estuvo entre sus prioridades, no explica su éxito a lo largo de su vasta trayectoria profesional ni tampoco formó parte de su currículum educativo. No saben cómo abordarla pero al mismo tiempo, no tienen cómo evitarla y por tanto, no les queda otra salida que aprender. Si podemos anticipar que innovar será una propiedad esencial de cualquier organización que pretenda perdurar, entonces debemos preocuparnos de que ser creativo sea una habilidad que se adquiera desde el jardín de infancia y de esa manera evitar que los adultos la tengan que aprender mientras soportan la presión de liderar una organización, con directorios vigilando minuciosamente sus decisiones y donde un error puede provocar el desplome de la cotización de su empresa en la bolsa.
CONCLUSIONES
La mayoría de regiones del planeta anhelan convertirse en un nuevo Silicon Valley ya que de allá provienen las empresas que prometen cambiar el mundo. Cada vez más jóvenes sueñan con entornos de trabajo innovadores o directamente con crear una nueva start up admirada que les haga famosos y millonarios. El problema es que nadie sabe cómo hacerlo porque nuestro modelo educativo no nos enseña a innovar. Me he tomado la molestia de revisar los currículums de los programas de MBA de varias reputadas escuelas de negocio internacionales y la innovación sale claramente perdiendo frente a las finanzas, marketing, estrategia, operaciones o incluso ante los sistemas de información. He revisado también el currículum de varios colegios y la creatividad brilla por su ausencia.
Tenemos que ser conscientes de que todo el esfuerzo en recursos, tiempo y energía que se está invirtiendo para promover la innovación y el emprendimiento no dará los frutos esperados. Y es que estamos sembrando semillas en el cemento. Nuestras empresas fueron diseñadas para producir y su objetivo es la rentabilidad. Nuestro sistema educativo fue diseñado en el S.XIX para preparar obreros capaces de seguir instrucciones. Los ingenieros que siguen llegando al mercado han sido instruidos para evitar errores y garantizar la eficiencia. Los directivos que gestionan esas empresas, se entrenan en exclusivos postgrados donde aprenden a competir agresivamente en sus mercados con una única regla: o tu empresa crece o no eres un buen directivo. Que sean creativos, que inventen cosas nuevas, rara vez forma parte de las cualidades que se les exige ni de la manera en que se les evalúa. Es como si tuviésemos toda una estructura de categorías inferiores preparada para formar jugadores de futbol y cuando por fin llegan al primer equipo y están jugando a futbol, les pedimos que jueguen a baloncesto. Aunque quieran, ¡¡no pueden porque no saben!!. Si consideramos que innovar y emprender van a ser habilidades fundamentales para los profesionales del futuro, entonces tenemos que preocuparnos de que todo nuestro sistema educativo lo refleje con la misma intensidad con que lo vociferan los políticos y los líderes empresariales. El currículum educativo actual sigue entrenando personas para obedecer, pendientes de aprobar exámenes y no equivocarse, sumisos al sistema. Necesitamos jóvenes capaces de tomar decisiones, de inventar nuevas o distintas formas de hacer las cosas. Si tengo un profesor que me ordena lo que debo hacer, entonces cuando llego a una empresa espero que haya un jefe que me diga qué debo hacer. Si en el colegio escucho, memorizo y repito una y otra vez lo mismo, sin margen alguno para tomar la iniciativa, entonces cuando llego a una empresa, no es mucha la creatividad que podré aportar. Necesitamos personas que no solo traten de mejorar lo que tenemos sino que se lo cuestionen y sean capaces de proponer otras realidades.
Si con esta educación hemos llegado hasta aquí ¿se imaginan lo que podríamos hacer con una educación más sensata y coherente? Con el modelo educativo que tenemos, innovar es un milagro. Para innovar hay que soñar y la educación no permite soñar. No podemos pretender crear una sociedad repleta de niños creativos, jóvenes emprendedores y ciudadanos y organizaciones innovadoras con la educación actual. ¿Se pueden modificar esos currículums? Finlandia, reconocido como uno de los mejores sistemas educativos del mundo, ha vuelto a dejar en evidencia al resto de países rediseñando drásticamente su exitoso modelo para trabajar por proyectos. Los colegios jesuitas de Cataluña han diseñado un modelo que elimina las asignaturas, los deberes, los exámenes y los horarios, que modifica la arquitectura de las aulas… El aspecto crucial de esta revolución consiste en que, tras hacer un diagnóstico honesto del estado de la educación, han tomado la valiente decisión de asumir que la solución no puede pasar por poner parches al modelo. Si el modelo está agotado, entonces no hay que mejorarlo, hay que cambiarlo. Tampoco podemos soslayar el insoportable estrés que produce en las personas el sistema económico que hemos creado. Algo está mal cuando todo el mundo busca desesperadamente un resquicio para descansar, para recuperar el aliento. Nos comportamos como el millonario que en lugar de relajarse y disfrutar lo que tiene, sigue apretando porque todavía quiere acaparar más.
Los ingenieros son una de las profesiones con menor desempleo. Los MBAs siguen siendo, para quienes los cursan, garantía de trabajo bien remunerado. Pero no necesitamos insistir con más de lo mismo porque no nos está funcionando. Nuestra economía puede sobrevivir perfectamente sin más especialistas en cifras, en Excel y en eficiencia. Para resolver problemas técnicos ya tenemos a las máquinas. Si no nos gusta el mundo porque es injusto, tenemos que formar personas para que lo modifiquen. Necesitamos de toda nuestra imaginación para desarrollar personas más conscientes, reflexivas, juiciosas y solidarias, más capaces de escuchar y de colaborar. La creatividad se puede aprender. Solo falta tomar la decisión para que se deba aprender.