Uno siempre sabe de alguien al que le pasan cosas; algunas veces también nos pasan a nosotros mismos.
Bien se trata de alguien que desde hace ya un buen tiempo no logra disfrutar de su vida con su pareja, con sus amigos, o en su trabajo, con sus compañeros o socios; suelen generarse discusiones, muchas veces por cuestiones banales, pero que van dejando un creciente sabor amargo y lesionando el vínculo.
Luego de cada desencuentro ambos quedan resentidos, con un importante malestar, que suele prolongarse por un día o más.
Como ya sabemos, en la gran mayoría de los casos, las personas discuten, e incluso pelean, pero no es tanto por el tema en discusión, sino que lo que está en juego que es algo subterráneo:
- Quien es quien tiene la razón,
- Quien sabe más,
- Quien gana,
- Quien manda
Es deseable entonces observarse a uno mismo, para darse cuenta del verdadero destino de sus intervenciones.
Es habitual que alguien nos diga que está teniendo problemas de comunicación con su pareja, pues estando próximos a las vacaciones discuten y no logran ponerse de acuerdo sobre adonde ir.
En realidad no es un problema de comunicación; resulta que a ella le gusta la playa y él prefiere la montaña, por lo que el problema en realidad está en que uno quiere ir a un lado y el otro a otro, es decir, se trata de que uno quiere una cosa y el otro quiere otra.
Definir esta situación como problema de comunicación no ayuda, simplemente funciona como una cortina que impide ver más claramente cuál es el verdadero problema. Si no logran esclarecer esto, difícilmente podrán aportar al diálogo alternativas creativas y satisfactorias para ambos. Por ejemplo de ir mitad de tiempo a un lugar y la otra mitad al otro lugar, o ir a un lugar donde se combinen espacios de playa y de montaña, entre otras múltiples propuestas a crear. Si no logran considerar una propuesta que satisfaga a ambos, es probable que ambos no puedan disfrutar de sus vacaciones.
Si uno queda como ganador y el otro como perdedor, es seguro que ambos la pasarán mal. Puede ser clarificador observarnos a nosotros mismos y ver qué hacemos ante situaciones en las que nos resulta difícil conversar serenamente y hacer propuestas creativas, constructivas, positivas y superadoras ante las propuestas del otro, anteponiéndolas a lo que impulsivamente produce reclamos, quejas, reproches o propuestas negativas y destructivas, portadoras de un sentido crítico hacia el otro. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?
Una recomendación a considerar gira en torno a que cada uno realice su propio trabajo de observarse en el “espejo de mirar hacia adentro”, en el marco de un proceso de introspección personal, en forma individual y en privacidad, para poder ampliar el conocimiento de uno mismo, de modo que le permita ser consciente del accionar de sus resortes internos.
Si uno percibe que esta tarea no es posible realizarla en soledad, es aconsejable recurrir a la consulta con un profesional que pueda ayudar a trabajar sobre uno mismo. Ello no significa necesariamente embarcarse en un proceso terapéutico prolongado; bien podría ocurrir que en unas pocas consultas pueda develarse qué es lo que realmente está en juego en esas discusiones dificultando la resolución del conflicto y resolverlo.
Digamos también que cuando más temprano pueda abordarse la situación problemática, serán mejores las posibilidades de establecer un saludable acuerdo. ¿Qué más podemos hacer? Y si luego de haber revisado y logrado cierta conciencia sobre las consecuencias que el propio accionar tiene sobre la calidad del vínculo y viendo que las cosas siguen por mal camino, podría ser ese un momento adecuado para recurrir a una ayuda profesional centrada en la dinámica vincular. Afirmamos la importancia que tiene la percepción y también el papel que juegan nuestros supuestos psicológicos, nuestros pre conceptos, prejuicios, como fuerzas que accionan en contra de la calidad de la percepción.
Ser conscientes de nuestros supuestos, preconceptos, prejuicios será muy saludable para comprender cómo nos condicionan negativamente. Hacemos mención, a modo de ejemplo, de algunas observaciones simples y de sentido común, que pueden ayudar a darse cuenta de en qué situación se encuentra uno mismo con vistas a poder imaginar el buen destino de la relación interpersonal. Serán indicadores útiles, entre otros:
- La observación de la recurrencia en las temáticas que generan conflicto,
- La duración de los tiempos de enfado,
- Cómo y en qué termina cada desencuentro,
- La cantidad de días en que se encuentran bien y en que están mal,
- La tendencia de la situación: va para mejor o para peor.
En fin, son simplemente algunos indicadores que dan cuenta del estado de la relación y del destino posible. Percibir con claridad su evolución será de ayuda. La idea es que esta observación, entre otras, pueda ayudar a recurrir a tiempo a la búsqueda de un proceso de asistencia antes de que el deterioro del vínculo pase el límite del que ya no hay retorno.
Para resolver estas cuestiones internas no hay pastillas ni vacunas; lo único que podemos hacer es trabajar sobre nosotros mismos, en un proceso de auto percepción que nos permita tener nuestras cosas más claras. “La claridad es amiga de la salud, aunque duela, y la falta de claridad es amiga de la enfermedad” . Toda situación de ansiedad, de angustia, de enojo, de inseguridad, de pérdida del humor, de miedo, de rabia, etc. afecta nuestra salud. Tengamos presente entonces que trabajar sobre nosotros mismos, con el objetivo de mejorar nuestra capacidad para afrontar y resolver adecuadamente las situaciones conflictivas, es trabajar en la búsqueda de mejores respuestas para el cuidado de nuestra salud.
No valen las “recetas” para hallar la mejor solución a estas situaciones; no se trata, en el caso por ejemplo de una pareja en crisis, que se internen en interminables “terapias de pareja”, en realidad el problema está más centrado en la configuración del aparato psíquico y emocional de cada uno.
Por lo que una “terapia vincular” sería recomendable una vez que cada uno haya transitado el proceso de trabajo individual; cada uno sobre uno mismo. Lo dicho a modo de ejemplo aplicado a parejas en crisis es válido para cualquier situación vincular en el ámbito laboral, familiar y/o social. Espero y deseo que estas reflexiones puedan ser útiles para ayudar a encontrar cada vez mejores alternativas de solución en nuestros modos de abordar los conflictos.