Por Eduardo Larriera *
Cómo podemos tomar responsabilidad en los escenarios que nos afectan, a veces por razones externas, otras por razones no identificables o muy íntimas. Tanto, que podrían resultarnos personalmente desconocidas. ¿Cómo llegamos a ver con claridad, qué hacemos una vez que vemos con claridad? ¿Se puede solo, o necesitamos ayuda profesional?
Uno siempre tiene algún amigo al que le pasan cosas. Algunas veces, nos pasan a nosotros mismos.
Bien se trata de alguien que desde hace ya un buen tiempo no logra disfrutar de su vida con su pareja, o en su trabajo, con sus compañeros o socios; en todos los casos, suelen generarse discusiones, muchas veces por cuestiones banales, pero que van dejando un creciente sabor amargo y lesionando el vínculo.
Luego de cada desencuentro ambos quedan resentidos, con un importante malestar, que suele prolongarse por un día o más. Como ya sabemos, en la gran mayoría de los casos, las personas discuten, e incluso pelean, pero no es tanto por el tema en discusión, sino por algo más subterráneo:
- Quién es quien tiene la razón,
- Quién sabe más,
- Quién gana,
- Quién manda, etc.
Algo en lo que es bueno detenerse entonces es en observarse a uno mismo con la finalidad de darse cuenta del verdadero destino de sus intervenciones.
A modo de ejemplo, resulta interesante y puede ser clarificador ver qué hacemos frente a situaciones en las que nos resulta difícil hacer propuestas o brindar respuestas positivas y constructivas, en cambio nos ocurre que espontáneamente manifestamos reclamos o propuestas negativas y destructivas, y con un sentido crítico hacia el otro.
¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?
Una recomendación a considerar gira en torno a que cada uno realice su propio trabajo de observarse en el “espejo de mirar hacia adentro”, en el marco de un proceso personal, en forma individual, en privacidad, para poder ampliar el conocimiento de sí mismo, de modo que le permita ser consciente del accionar de los propios resortes internos. Si esta tarea no es posible realizarla en soledad, recomiendo ser acompañado por un profesional.
¿Qué más podemos hacer?
Y si – luego de haber revisado y logrado cierta consciencia sobre el propio accionar – las cosas siguieran por mal camino, podría ser ese un momento adecuado para recurrir a una ayuda profesional centrada en trabajar la dimensión vincular con la presencia del otro.
En ese sentido, afirmamos la importancia que tiene la percepción y también el papel que juegan nuestros supuestos psicológicos, nuestros preconceptos y prejuicios como fuerzas que accionan en contra de la calidad de la percepción. Ser consciente de ello será muy saludable para comprender cómo nos condicionan en nuestras acciones
Algunos indicadores, simples y de sentido común, que pueden ayudar a identificar la situación en la que posiblemente se encuentra uno podrían ser los siguientes ejemplos:
- La observación de la recurrencia en las temáticas que generan conflicto,
- La duración de los tiempos de enfado,
- Cómo y en qué termina cada desencuentro,
- La cantidad de días en que se encuentran bien y en que están mal,
- La tendencia de la situación: va para mejor o para peor.
La idea es que la observación de alguno de estos indicadores, entre otros, pueda ayudar a recurrir a tiempo a la búsqueda de un proceso de asistencia antes de que el deterioro del vínculo pase el límite del que ya no habrá retorno. Percibir con claridad su evolución será de ayuda.
Lo compartido en este escrito no es exclusivo de los vínculos de pareja, pues para resolver estas cuestiones internas no hay pastillas ni vacunas; lo único que podemos hacer es trabajar sobre nosotros mismos en un proceso de auto percepción y reflexión que nos ayude a estar cada día en condiciones más saludables.
Toda situación de ansiedad, de angustia, de enojo, de inseguridad, de pérdida del humor, de miedo, de rabia, etc. afecta nuestra salud. Tengamos presente, entonces, que también es una responsabilidad personal el cuidado y trabajo interior, y que ahí también nos encontraremos, como sujetos sociales que somos, con la herramienta y el objetivo de mejorar nuestra capacidad para afrontar y resolver adecuadamente las situaciones conflictivas, incluso las que son propias, de uno con uno mismo.
No valen las “recetas” para hallar la mejor solución a estas situaciones; no se trata, en el caso, por ejemplo, de una pareja en crisis que se internen en interminables “terapias de pareja”, en realidad el problema está más centrado en la configuración del aparato psíquico y emocional de cada uno, por lo que una “terapia vincular” sería recomendable para que tenga lugar luego de haber transitado el proceso de trabajo sobre uno mismo.
En definitiva, las cosas no se resuelven solas y repetir fórmulas que alguna vez nos funcionaron, cuando claramente ya vemos que no, es simplemente extender una agonía. Por lo que también vale, para finalizar, dejar aquí como una nota recordatoria la cita de Albert Einstein que nos anima a tomar el riesgo: «No esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo», y es válida, también, para ese primer paso principal que debe ser buscarnos, encontrarnos, conocernos.
* Eduardo Larriera es psicólogo, coach profesional certificado, introductor del coaching mayéutico.