“Miro al futuro, porque allí es donde voy a pasar el resto de mi vida”
George F. Burns
Más que una época de cambio estamos viviendo un cambio de época, lo que trae aparejados la revisión de valores, modos de relacionamiento y prácticas en todos los ámbitos.
En las empresas se está evolucionando desde una era de dirección y control, a la era de la colaboración.[1]
Como aun no estamos preparados para semejante cambio, se originan contradicciones, marchas y contramarchas, que desafían el liderazgo de quienes hoy son actores principales – propietarios, directores, gerentes – , pero involucran significativamente a las nuevas generaciones, que se están integrando o se integrarán en el futuro a la empresa familiar.
Por lo tanto, desde la perspectiva de los jóvenes actuales y futuros, esta es una oportunidad para desarrollar nuevos modelos de interacción en la empresa, y hacer un aporte de enorme valor.
Pero no se trata, exclusivamente, de una oportunidad, que si se desaprovecha no genera consecuencias. Como este proceso de cambio no es una opción, sino que es la tendencia de las organizaciones – más allá del deseo individual de sus integrantes – quien no pueda adaptarse a las nuevas estructuras y nuevos modelos de liderazgo corre el riesgo de no estar a la altura de las necesidades que habrán de plantearse. Por lo tanto, si no se aprovecha, esta gran oportunidad puede convertirse en amenaza.
No se puede cambiar lo que no se conoce, o aquello respecto de lo que no se reflexiona. Si el punto de partida es “las cosas siempre fueron así, y así seguirán siendo por siempre”, es probable que la organización se hunda antes de tener la posibilidad de cambiar.
Por el contrario, una actitud abierta permite adaptarse de la mejor manera, requisito indispensable para las organizaciones que perduran.
A la necesidad de que la nueva generación conozca cómo se hicieron las cosas en el pasado y que “aprendan el negocio” según las expectativas de los mayores, hoy se agrega el desafío de encontrar nuevos modos de organizarse y relacionarse.
El acuerdo de los miembros de la familia para entender las tendencias generales de las organizaciones, y luego adaptarlas a la propia realidad (con sus tiempos y particularidades) constituye un paso imprescindible para evitar conflictos y frustraciones, y también para dar una mayor oportunidad de crecimiento a la empresa familiar.
Esa disposición al aprendizaje conjunto es, actualmente, un requerimiento ineludible para un exitoso y perdurable pacto entre generaciones.
EL ENTORNO VICA[2]
Zygmunt Bauman[3], popularizó un concepto acuñado por la Escuela de Guerra de Estados Unidos, el de “entorno VICA”, un acrónimo que significa:
Volatilidad: falta de estabilidad
Incertidumbre: no existe claridad respecto de cómo será el futuro.
Complejidad: en toda realidad aparece una variedad de factores, que muchas veces generan dilemas de difícil resolución.
Ambigüedad: falta de antecedentes de muchos de los problemas que enfrentamos.
La velocidad del cambio de la sociedad, en particular sobre la base de los avances tecnológicos e informáticos, es de una magnitud desconocida en el pasado, y eso trae consecuencias sociales, psicológicas y relacionales impensadas.
Cabe concluir que los modelos instalados en la cultura de muchas empresas familiares para la incorporación de la siguiente generación no se encuentran vigentes, y, por lo tanto, están condenados al fracaso, al no resultar atractivos para los jóvenes, y no permitirles su realización personal.
Ya no se trata, en la mayor parte de los casos, de que “los chicos empiecen desde abajo”, y que vayan aprendiendo lo que los mayores les irán enseñando.
Tampoco se trata de incorporarlos en el organigrama en un lugar de mandos medios, que probablemente no podrán sostener por falta de experiencia, pero, también, y quizás fundamentalmente, por falta de motivación.
Porque la mirada de los jóvenes respecto del mundo que les tocará vivir en el futuro no suele ser coincidente con la mirada actual de sus mayores, ni tampoco con la mirada que tenían sus padres cuando tenían su edad, y eso genera consecuencias trascendentes:
- En los mayores, una suerte de decepción frente a jóvenes menos concentrados en sus obligaciones de lo que ellos recuerdan de su propia juventud.
- En los jóvenes, una sensación de no ser comprendidos, que indefectiblemente afecta el diálogo y la confianza mutua.
LAS ORGANIZACIONES TEAL
En el siglo XXI asumen especial relevancia las organizaciones teal
Veamos las diferencias principales con organizaciones pertenecientes a otros modelos.
En los mundos ámbar y naranja los organigramas resultan claves, con sus títulos y descripciones de los cargos.
Las personas deben adaptarse a los puestos para los que han sido reclutadas o a los que han sido ascendidas, por lo que el organigrama y la definición del puesto son elementos fundamentales para evaluar su gestión.
En cambio, las organizaciones teal revierten esta premisa: las personas no deben encajar en cargos predefinidos; su trabajo emerge de una multitud de funciones y responsabilidades que ellos mismos asumen en base a sus intereses, sus talentos y las necesidades de la organización.
Las tareas tradicionales de un director, por ejemplo el presupuesto, el análisis, la planificación, la organización, la medición, el control, la contratación, la evaluación o la comunicación, ahora se reparten entre varios miembros de un equipo.
LA CLAVE DE LAS EMPRESAS TEAL: LA AUTOGESTIÓN
Destacados científicos creen que la principal ciencia del siglo XXI será el estudio de sistemas complejos, auto-catalizados, auto-organizados, no lineales y adaptativos. Generalmente a esto se lo conoce como “complejidad” o “teoría del caos” (el equivalente teal de la ciencia newtoniana naranja).
Pero a pesar de que sólo ahora estamos ocupándonos de esto, la autogestión no es en ningún caso un invento nuevo o sorprendente. Es la forma en que la vida ha funcionado durante miles de millones de años, haciendo aparecer criaturas y ecosistemas tan magníficos y complejos que difícilmente llegamos a comprenderlos.
La auto-organización es la fuerza vital del mundo y prospera en el filo del caos, donde apenas existe el orden suficiente como para canalizar su energía, pero no tanto como para aminorar la adaptación y el aprendizaje. Durante mucho tiempo, no fuimos lo bastante sensatos y quisimos interferir en el ansia auto-organizadora de la vida y controlarnos unos a otros.
Al parecer, ahora estamos preparados para trascender las estructuras rígidas y permitir que las organizaciones cobren auténtica vida. Aun así, la autogestión es un concepto tan nuevo que frecuentemente la gente malinterpreta su significado y lo que su funcionamiento implica.
LAS NUEVAS GENERACIONES Y LA CULTURA TEAL
Al haber crecido con organizaciones jerárquicas tradicionales, a los mayores se nos hace muy difícil concebir la autogestión.
En cambio, a partir de la generación millenial (los nacidos a partir de 1980) en adelante la autogestión es “comprendida” instintivamente.
Gary Hamel[4], escritor sobre management, comenta ciertas características de la red, que resultan claves para comprender esta gran diferencia cultural:
Ocurre que en la red…
- Nadie puede matar una buena idea;
- cualquiera puede cooperar
- cualquiera puede liderar
- es posible escoger una causa
- Nadie puede mandar
- Se puede fácilmente construir sobre lo que otros han hecho
- No es necesario tolerar a matones y tiranos
- No se margina a los activistas
- Suele ganar la excelencia (y no la mediocridad)
- Las normas que matan la pasión se revierten
- Las grandes contribuciones se reconocen y se celebran
REFLEXIONES DE CIERRE
“Cada generación enfrenta un doble trabajo: recibir lo vivido, y dejar fluir su propia espontaneidad”[5]
Imaginemos a una joven, formada en la Universidad en el marco de la cultura teal, que se propone incorporarse a la empresa familiar, donde prima el modelo naranja.
Si no tiene claras las diferencias y los condicionamientos históricos que han llevado a que la organización sea como es, el primer impulso será enfrentarse a la realidad existente, y tratar de cambiarla de raíz.
Esto traerá como consecuencia, seguramente, su crítica y rechazo a determinadas instrucciones y consignas, y la permanente manifestación de su falta de adaptación a la estructura dada.
Esa conducta sería, seguramente, fuente de mucho malestar dentro de la empresa, que podría llevar a quien tiene el poder (su progenitor/a) a decidir que es necesario prescindir de una hija que no se adapta a los requerimientos de la empresa.
En cambio, si todos los miembros de la familia empresaria tienen la oportunidad de conocer los diferentes modelos de organizaciones, y junto con ellos, los distintos valores, objetivos, visiones que están comprometidos en cada caso, tendrán una oportunidad mayor de poner en juego sus diferencias, para encontrar puntos de acuerdo.
Quizás, quien ansíe una organización teal comprenderá que puede proponerse formarla en el futuro, pero que, mientras tanto, no está mal tener un trabajo digno en la empresa familiar.
Al mismo tiempo, si se encuentra un camino de diálogo, los mayores no insistirán en una adaptación total, sino que habrán de aceptar, quizás bajo el formato de una “innovación”, algunas prácticas que responden a la cultura teal.
Conocer las características de cada modelo de organización, y cuáles son sus condiciones para el funcionamiento exitoso, ayuda a poder insertarse de la mejor manera en una empresa familiar, sea para cumplir con los paradigmas establecidos, o para intentar un cambio.
No hay manera de cambiar prácticas y modos de funcionamiento profundamente establecidos desde un espacio de crítica externa, por mayor fundamento académico que esa crítica contenga.
Por el contrario, conocer las características del sistema permite utilizar los valores vigentes y las propias prácticas conocidas, para tratar de generar un cambio.
Esa es la realidad que deben enfrentar las nuevas generaciones en las empresas de familia, ya que, al ingresar, se encuentran muchas veces con estructuras poco afectas al cambio.
Por eso hablamos de “pacto entre generaciones”, que requiere una cierta flexibilidad de los mayores y de los jóvenes, para poder entenderse, y encontrar un camino compartido, en el que se puedan amalgamar, en muchos casos, el saber de la experiencia y el saber académico; el poder actual, ejercido cabalmente, y la potencialidad de quienes se integran.
Creemos que un primer ejercicio para que ello sea posible es entender cuál es el modelo de organización vigente, y conceder, como punto de partida, que el interlocutor (uno de los progenitores, o alguno de los hijos) no está condenado a pensar igual por el sólo hecho de pertenecer a una misma familia.
Por lo tanto, es factible proponerse pensar en conjunto cuáles son las características inmodificables, y cuáles podrían cambiar en la organización. Esa es la mejor forma de coordinar las expectativas de distintas generaciones.
Pensemos que el futuro no va a ser igual al pasado, ni al presente que estamos viviendo.
Aceptar el cambio es uno de los requisitos del éxito organizacional.
Como dice Peter Drucker, “El gran peligro en tiempos de turbulencia no es la turbulencia misma, sino actuar con la lógica del pasado”
*** Leer el artículo completo en página 89 de Las Nuevas Generaciones en la Empresa Familiar, Alicia Stivelberg y Marina Meijide Castro, directoras. Editorial Ad-Hoc, 2022. También versión digital.
[1] Molinari, Paula, Desencajados, Editorial Temas, Buenos Aires, 2017.
[2] https://www.cronista.com/clase/trendy/Que-es-un-mundo-V.I.C.A-como-adaptarnos-para-sobrevivir-y-salir-fortalecidos-20191010-0003.html Copyright © www.cronista.com
[3] Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida,: Fondo de Cultura Económica, México, 2003.
[4] Hamel, Gary, The Future of Management (con Bill Breen) (Harvard Business School Press, 2007
[5] Ortega y Gasset, José, Obras Completas, Madrid, 1944.